CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO

Foto de Daniel

UNA ANÉCDOTA CON PILAR EN ARANDA DE DUERO

En Aranda de Duero (Burgos), villa típica de la morcilla y el cordero, Antonio y Pilar, junto con sus dos niñas, me invitaron a mí solo a comer asado en el Mesón el Pastor de la Plaza Virgencilla, un día que vinieron a pasarlo con nosotros a Moradillo de Roa, en la Ribera del Duero.

Tres cuartos de cordero asado al sarmiento pidió Antonio, no sin antes, como entrantes, comer morcilla y chorizo.

Comiendo, disfrutamos de lo lindo. El asado estaba muy bueno; y la lechuga, como acompañante, nos hizo mucho bien en el estómago.

Terminamos de comer y, para bajar la digestión, fuimos a dar un paseo hasta el santuario de la Virgen de las Viñas, ermita situada a las afueras de Aranda de Duero, en la salida de la carretera que va hacia Burgos.

Pilar, como alta, guapa, rubia de frasco y sandunguera que es, iba gastando bromas en el camino. De repente, ya principiado el camino, pisó un hoyo con la mala suerte que perdió el equilibrio, pareciendo caer como un bulto pesado.

Ella iba por delante; Antonio, las niñas y yo un poco retrasados. No podíamos ayudarla a evitar ese topetazo contra el suelo, En ese momento, sólo pasaba un hombre por delante de ella y, ella, para poder agarrarse en algo, donde fuera, le agarró al señor de los huevos.

-Señora, pero señora, ¿qué hace?, le gritó el caballero.

-Ay, señor, disculpe, perdone. En un momento, me sentía caer como una carga de leña, e, instintivamente, no quería romperme la cabeza contra el suelo; por eso, le he agarrado, al vuelo, de los huevos; y tiene suerte usted de no haberme quedado con ellos.

-Pues otra vez, señora, ponga un poco más de cuidado; mire bien donde pisa, y donde pone las manos, porque, ahora, siento mis huevos como si estuvieran degollados.

-Écheles a remojar en agua fría, en cuanto pueda, buen hombre. No les lleve por caminos ni tampoco por veredas para que con el pantalón no se rocen. Verá cómo, en poco tiempo, volverán a estar juntitos y como nuevos.

Sí que llegamos a la ermita para rezarle a la Virgen de las Viñas, a la vez que agradecerle el haberme librado de una mala caída a mí, y romperme la cabeza, y el haberle librado, al caballero, de poderle haber arrancado de cuajo los huevos al vuelo.

Medio en broma, medio en serio, yo le pregunté a Pilar, de vuelta a Moradillo de Roa, ya dentro del coche Seat 600.

-Hermana ¿cuánto pesaban los huevos del caballero?

Ella contestó:

-Arroba y media, hermano. ¡Diecinueve kilogramos¡

Sanos y salvos, todos hicimos el camino de vuelta al pueblo.

DANIEL DE CULLA